"...Sonó un portazo lo suficientemente
fuerte como para hacerme creer que la puerta se había cerrado y que nadie
podría entrar ya allí dentro. O eso quería creer. Mi propósito, por deducción,
era estar sola en aquel momento, y para siempre.
Entré
y me tiré en el suelo rápidamente, incluso algo más rápido de lo normal, pero
no sentí dolor. Asfixiada por la carrera, me palpé el pecho e inspiré
profundamente para recuperarme, pero no conseguía calmarme del todo. Mejoré mi
postura incorporándome y sentándome en ese suelo en medio de la oscuridad.
Estaba frío, pero yo casi no lo notaba. Había algo más frío dentro de mí: el
miedo. Si alguien hubiera entrado, lo podría saborear en todo su esplendor;
estaba segura de que mi cara era el mejor reflejo de él en ese momento.
"Suerte que no hay luz", pensé. Agotada cerré los ojos,
doloridos y cansados de tanto llorar, intentando olvidarme de que existía, de
aquel mundo convertido ahora en infierno. Respiré hondo para mantenerme
con vida..."
Al
principio escuché gritos. Luego me di cuenta que era yo misma gritando.
Me
quedé en la cama todavía medio zombie, intentando recordar el motivo de mis
gritos. Eso era: me había despertado con una pesadilla. Monstruos que
me seguían, y de los que no podía liberarme. Por más que corría intentando
buscar una salida, todo esfuerzo que hacía era en vano. Estaba atrapada. Tal
vez eran sueños de niñas pequeñas, pensé más tarde. Aunque bueno, pensándolo
mejor, podía ser que estas pesadillas vinieran por alguna preocupación, o eso
decía mi madre.
No
solía tener pesadillas, pero aquellos monstruos me habían atormentado durante
un buen rato.
Qué
le vamos a hacer, no se puede empezar siempre bien el día.
PD:
Inspirada probablemente en modelos que me hacen escribir. Puede haber continuación,
aunque dicen que las segundas partes nunca fueron buenas...